
Es genial, descanzas, duermes, piensas (ya sea en la inmortalidad del cangrejo o en cosas más porfundas) y cuando vuelves a la selva de cemento, con una pena enorme por haber dejado el lugar de tus sueños, te sientes mejor y más relajada.
Una de dos: o me compro unos lentes que me hagan sentir que estoy en una playa paradisíaca o me voy que sea un día a algarrobo o viña...
Tanto aire acondicionado me está haciendo mal...
QUIERO IRRRR!!!!